Tú sostienes los miles de flores no miradas,
los ríos, aves y árboles; las olas y los vientos.
¡Oh cómo te desvelas atizando la lumbre
de un insecto que pudo lo mismo no haber sido!
Acudes de uno en otro:
de la piedra ignorada en el fondo del agua
al gusano que roe su madera,
como si eso pudiera ser contado un día.
Pienso en el viento y en el mar,
clamando siglos y siglos en soledad
-para dejarlo todo lo mismo que al principio desde
el día que hablaste hasta que calles.
¡Oh! ¿Cómo no te olvidas siquiera un solo instante,
pues que nadie te mira y nada ha de quedar?
Si toco una piedra,
tú me la has sostenido durante miles de años,
velando cada día para que hoy estuviese.
¡Y tantas, tantas cosas,
tantos ríos corriendo sin descanso,
sin pararse a tomar nunca aliento,
tantos bosques y pájaros sin cesar floreciendo
por si algún día un hombre los mirase al pasar!…
José-María Valverde