La Pachamama
La “Pachamama” o “Santa Madre Tierra” es para el hombre de Atacama y toda la cultura andina e incluso parte de Argentina y Brasil, la dimensión del “espacio sagrado”, allí donde acontece el beneficio sagrado de la vida. La tierra está impregnada de “espíritu”, la tierra es “espíritu-vida”, …
La “Pachamama” tiene carácter de divinidad; la madre tierra que sustenta, que da vida y felicidad, asiste y da paz eterna al morir y volver a su regazo. Pachamama se encuentra en todas partes, en toda la superficie de la tierra, así como en el subsuelo; los minerales, las piedras preciosas, las piedras, las arcillas, los ríos, los lagos, los cerros, todo forma su esencia…
Se da una cosmovisión animista y panteísta de la vida. Una mística no tanto de lo mágico, sino de lo sagrado que acontece en la tierra, porque de la tierra se recibe todo alimento y, al mismo tiempo, en la tierra están los antepasados, el espíritu de los “abuelos” que transmiten bendición y sabiduría, o también su pena y castigo.
Este sentir umbilical de vincular la tierra como dadora de toda la vida, parece estar enlazado también con el rito funerario, pues la tierra engendra para una nueva vida. Las mismas tumbas prehispánicas eran de forma circular, como pozos, cuyas formas representan las antiguas casas de Tulor, es decir, la nueva mansión o vientre que dará a luz a un nuevo nacimiento más allá de la destrucción de la muerte.
El atacameño, así como el aymara, profesan una religión telúrica, agrocentrada, divinizada en la Pachamama. Existe para sus ceremonias un “yatiri” , rezador, especie de sacerdote, o también hombre experto que sabe leer la coca e interpretar la Pachamama para las siembras y cosechas. El yatiri también estará presente al iniciar cualquier trabajo o construcción de una casa, corral o canal. Para ello habrá que pedir permiso o licencia a la Pachamama a la cual se hiere.
(Fragmento tomado de “Aproximación a la Antropología moral del hombre de Atacama”, de X. Ayora)