San Francisco de Asís, patrono de Chiu-Chiu
En las fiestas religiosas de los pueblos del altiplano chileno de la II Región en que se celebra a los santos patronos, se da una estructura ritual donde se mezclan inevitablemente las costumbres atacameñas de los “achaches” o “abuelos” con la creencia cristina. De alguna manera, puede decirse que se da una doble liturgia convergente y paralela dentro de la misma “fiesta”.
Cada 4 de octubre, Chiu-Chiu celebra a su patrón, San Francisco de Asís. Como toda fiesta importante, ésta también tiene su novena, o sea que nueve días antes ya empiezan los rezos y los preparativos para festejar al santo. La imagen de San Francisco que está en la iglesia, se coloca en lugar preponderante dentro del templo, destinado a destacar al santo o santa que está de fiesta. La noche de la vigilia, se lleva a cabo en la sede de la junta de vecinos, “la entrada de cera”, en la cual se llevan velas y flores que se depositan encima de una larga mesa junto con las hojas de coca, harina blanca para las “almas” y la harina morena para los “abuelos” y vino. Se mezcla la coca con el vino y parte de las harinas y se escancía sobre las flores, mientras se echa el incienso. Todo es signo de recordar a los “achaches”, a los difuntos, pues no se puede celebrar el presente si no se está en unión con la tradición del pasado.
Esta ceremonia está presidida por el alferez o alféreces (personas encargadas de la fiesta de ese año) y el fabriquero/a (persona encargada de la iglesia). Después se va en procesión, al son de la música de algún grupo o baile religioso de Chiu-Chiu o de otro pueblo, hacia la iglesia donde se sigue homenajeando al santo, se le prenden velas, se reza, y los bailes religiosos se turnan para bailarle al santo.
Al día siguiente, 4 de octubre, hay misa, procesión y peregrinación al lugar llamado “Chacra de San Francisco”, con la imagen del santo y de la Inmaculada. En ese lugar, lleno de campos de sembradío (chacras), se realiza la bendición de la tierra a través del rito de la pachamama, para que ésta sea fecunda. Se baila, se ara la tierra, se echa la semilla y se “larga” el agua desde el canal de regadío para que riegue el campo recién sembrado.
Después se comparte un almuerzo comunitario (llamado “boda”), en la sede vecinal, a cargo de los alféreces y bajo el sonido ininterrumpido de bombos, quenas, platillos, charangos, trompetas,… La comida típica en la “boda” es la cazuela de carne de vacuno o de llamo o ave, seguida de la patasca, plato cocinado en base a un tipo de maíz, propio de la zona andina. En medio de la mesa y a lo largo de ella, se disponen montoncitos de pisangalla (maíz hinchado), como signo de abundancia y de que no vaya a faltar nunca el pan en la mesa. A la “boda” están invitados todos, vecinos y foráneos.