En estos espacios y tiempos para la soledad y el silencio, no impuestos, sino buscados, se respira el oxígeno de la libertad. Son, ante todo, un espacio de libertad, donde la persona puede ser ella misma, tal cual. Afuera de ese íntimo y personal recinto, quedan los problemas, los asuntos pendientes, para sumergirse en la propia interioridad y contemplar la existencia desde otra perspectiva. Porque como decía Julián Marías, “nada interesante puede hacer el hombre desde fuera de sí mismo”.
Y es, en ese ámbito de soledad y silencio, donde misteriosamente se va despertando en la persona ese niño que todos llevamos dentro y que nos permite expresarnos con mayor libertad, capacidad de admiración y de sorpresa ante todo lo que nos rodea. La libertad es el marco propicio donde puede aflorar bellamente todo ese magma interior. A veces, sin ni saber cómo, empiezan a surgir diversas formas y modos de expresar esa belleza. Es como entrar en la dinámica de la creación, ordenar el caos interno y de repente te encuentras que en ti se está gestando lo bello y, por ser bello, es bueno.
Lourdes Flavià Forcada