«Los pobladores que vivimos en la quebrada y puna estamos conformes con este silencio porque nos ayuda a tener una reflexión de nuestras vidas, nuestros quehaceres, la familia y una intimidad de respeto con la tierra.
«Tenemos la costumbre de no estar hablando con alguien pero sí estamos dentro de nosotros mismos y el silencio nos acerca bastante a relacionarnos con el espíritu, aunque creamos en Dios o en otros seres. La naturaleza y la calma son como una representación de esa creencia, así sentimos la gente de los grandes poblados, donde hay demasiado movimiento, piensan que somos ignorantes, que no tenemos nada que hacer, nada que decir, ellos creen que hablar es saber y acá en la puna el conocimiento se cultiva con el silencio, hablar poco pero hacer más. Somos reservados y hablamos con fundamentos, con la emoción que nos sale de la verdad, otros hablan y hablan y no tienen comprobación, eso no nos conmueve».