«En el siglo XXI, con el crecimiento imparable de las ciudades y la capacidad del ser humano de generar nuevas fuentes de barullo, la contaminación acústica afecta a millones de personas. Es tal su magnitud, que para la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha convertido, tras la contaminación atmosférica, en el principal problema de salud pública mundial…
… el cineasta norteamericano Patrick Shen acaba de estrenar el documental In Pursuit of Silence, donde denuncia el avance imparable del estruendo en el mundo y reivindica la búsqueda del silencio como medicina preventiva. La película visita algunos de los lugares más ruidosos del planeta, desde Tokio hasta las gradas del estadio de Arrowhead, en Kansas City, que con 142 dB ostenta el record de la instalación deportiva más estruendosa (superados los 65 dB, el ruido ya empieza a causar alteraciones fisiológicas).
A Bombai, la sucesión de fiestas y festivales religiosos, con la música a toda pastilla, salpicada de petardos, la ha coronado como una de las urbes más ruidosas del mundo. La activista antirruido Sumaira Abdulali compara el bombardeo de decibelios “con estar al lado de un avión a reacción durante las semanas que dura el festival; la gente no lo soporta: hay muertos por ataque al corazón”.
Shen también descubre en su documental esos paisajes sonoros en la tierra que, a diferencia de lo que sucede bajo el mar, todavía están libres de contaminación acústica. Como el parque nacional de Denali, en Alaska, donde trabaja Kurt Fristrup, guarda forestal encargado de monitorizar el nivel de decibelios del parque (entre 13 dB en invierno y 25 dB en verano). “Estamos hechos para funcionar en sitios como éste”, dice envuelto en un espectacular silencio. “Si perdemos nuestra capacidad de escuchar, perderemos nuestra conexión con lo que somos, con el mundo; sería terrible.”
Extraído de la revista Magazine de La Vanguardia, 30 julio 2017. Si quieres leer el artículo completo:
http://www.magazinedigital.com/historias/reportajes/planeta-ruido