Hemos de vivir un cierto «Abelismo», de Abel.
Abel es un símbolo del hombre ecológico: natural, agricultor, … Por el contrario, Caín es el industrial, el que fuerza la naturaleza, no la respeta, persigue a su hermano y todo lo suyo…
Es importante este «Abelismo» en momentos en que la humanidad, por el modo en que se ha desarrollado la industria y la técnica, sus criterios, ideologías y soberbia, están a punto de hacer fenecer a la propia humanidad. Nunca como ahora ha habido tanto peligro y se es consciente de ello: el efecto invernadero, el deshielo de los polos y consiguiente subida del nivel del mar, etc. Han sido posturas muy cainitas, de dominio soberbio de la naturaleza, de no respetar su misterio, de querer destriparlo todo para saber (con lo que se logra una sabiduría inútil). Las nubes ácidas acaban los bosques; las contaminaciones matan los peces de mares y ríos; las epidemias acaban con los ganados, realmente es Caín persiguiendo a su hermano.
Si no se ve la naturaleza, la vida, como un don, no se respetará su misterio y se la degradará con grave daño para todo, inclusive para los mismos humanos.
Alfredo Rubio de Castarlenas, 5 de noviembre de 1989