Tengo que darme cuenta de que soy un sujeto de necesidades, de atención. Sin los demás, yo no puedo llegar a ser yo, especialmente al inicio de la vida y al final de la vida. Siempre soy un sujeto de necesidades y es importante que me reconozca y me reconozcan estas necesidades.
Pero nuestra sociedad cuando educa: Entiende la necesidad como flojera existencial, y la dependencia en una cuestión vergonzosa, en una carga social
“Ten cuidado” tiene un doble sentido: Te aviso y te amenazo; Cuídame: hazte cargo de mí, de mi fragilidad, de mi vulnerabilidad.
De este modo:
- Vivimos ocultando nuestra dependencia
- Tengo, soy un problema cuando veo que me veo necesitado.
- Esta concepción no pacifica el final de nuestra vida, en general no pacifica nuestra vida. Somos seres necesitados y como tales necesitamos cuido y atención.
Saber enfrentar la vida, es aceptar con alegría las propias tensiones y desarmonías, el ser dependiente y el cuidar a los demás. Vivir con certeza las incertidumbres de la vida.
No existe una armonía, un equilibrio perfecto. Sino que como mucho, podemos aspirar a ser lo menos desarmónicos posible.
Los ideales no existen, existen realidades reales y concretas, las que nos encontramos al nacer en nuestro entorno familiar, social,… y con la realidad real, tenemos que ir hacia adelante, con todos nuestros límites, aciertos, errores, fracasos. Cargar con todo esto, con nuestros pensamientos, reflexiones, emociones, sentimientos, decisiones, proyectos, mis vivencias, familia, es cargar con la vida. Y esta es la que tenemos que pacificar. En lenguaje cristiano eso es llevar la cruz, saber llevar la vida.
Pacificar: el que puede vivir con gozo lo que es y cómo es. Saber quién es y cómo es, él y todas sus circunstancias. Saber llevar con serenidad y equilibrio todas mis desarmonías.
La vida de los seres humanos se mueve y se desarrolla en un marco de espacio y tiempo, con una serie de límites, que, a su vez, son sus condiciones de posibilidad. O se dan estas condiciones o nosotros no existiríamos. Ni salud, ni trabajo, ni jubilación, ni enfermedad, Nada de nada.
La falsa autosuficiencia del ser humano. Siempre necesitamos del otro, de los otros, de lo que es ajeno a mí, para poder existir y sobrevivir. Necesito oxígeno, agua, etc. y de los demás seres humanos, pues sin ellos no puede seguir siendo. No podemos obviar esa dependencia, pues la vida se juega en esta dependencia.
Todos somos seres vulnerables, frágiles, lleno de necesidades. Y no pasa nada que me reconozca así, porque esta es mi posibilidad de ser en este mundo. Somos así, necesitados de los demás y de muchas cosas -el aire, el agua, el sol, los alimentos, etc.-, para podernos desarrollar en un espacio y tiempo determinados.
Estas necesidades que experimentamos, que tenemos, pueden ser necesidades más o menos dramáticas. Las necesidades más dramáticas son las que nosotros pensábamos que nuestras sociedades del bienestar podrían cubrir. Ahora nos avisan que hay crisis y que tal vez estas necesidades más básicas no las podrán cubrir como hasta ahora lo habían hecho.
Pero si no se dan estas necesidades tan dramáticas, también necesito, seguramente, una migaja de estima, compañía, y también necesitaré alguien que me quiera dar este bien. Soy una persona necesitada y suerte tengo de mucha gente que me quiere el bien y que me acompaña y hace que esta fragilidad se pueda sostener de una manera más exitosa. Por lo tanto, es básico que nos conozcamos, que aceptemos con alegría que estamos necesitados y que reconocemos que casi todo lo hemos recibido de los demás.
Debemos ver y reconocer que la base que nos permite hacer y vivir todas las cosas, nos ha sido dada, regalada, ya que nadie ha pedido existir, ni ha hecho nada para poder existir. Todo es don, todo me ha sido dado, nadie ha hecho nada para lograr lo que es. No hemos hecho nada para existir y sin esta base fundamental no podríamos hacer nada, por la sencilla razón de que no existiríamos.
(Fragmentos del seminario “Pacificar el final” dado por Jordi Cussó en la Murtra Sta. María del Silencio)