Una de las lecciones que podemos extraer de esta pandemia es que tenemos que aprender a vivir en la incertidumbre y que hay muchos aspectos de la realidad que escapan a nuestras posibilidades y deseos de controlarlo todo.
Vivir en la incertidumbre respecto no solo al futuro, sino a este presente más inmediato, exige una cuota de humildad. Reconocernos limitados, asumir que no somos omnipotentes y que, por más que la ciencia y la tecnología avancen, siempre en algún momento nos toparemos con el misterio, con el misterio de lo ignoto, de lo que está más allá de nuestra comprensión y mente humana.
Otl Aicher (1922-1991), diseñador gráfico alemán y creador de la Escuela de Diseño de Ulm, hacía una crítica del racionalismo, de cómo éste había creado una falsa jerarquía en donde lo abstracto se anteponía por encima de lo concreto y cómo ello permeaba la vida entera. A partir de esa constatación se preguntaba cómo queremos vivir, ¿de 1ª mano? ¿de 2ª o de 3ª mano?
La existencia que se nos ha dado a cada ser humano es única e irrepetible. Es un regalo nuevo, por estrenar. A partir de esta roca sólida de la existencia, común a todos los que existimos -como señalaba Alfredo Rubio- cada quien construye su vida. El regalo es de primera mano, no es un ofertón de verano, ni saldos que quedan de la temporada anterior, pero dependerá de cada persona, de su actitud vital ante la existencia y de los condicionamientos de su entorno familiar, social, educativo, económico, etc. poder hacer también de su vida algo único e irrepetible.
Aicher, a lo largo de su carrera profesional, apostó por la reducción a lo esencial. Y es ahí donde quizás debemos volver nuestra mirada. ¿Qué es lo esencial? ¿Qué es lo que marca la diferencia para que nuestra vida sea de primera o de segunda mano? A. de Saint-Exupery, en El Principito, decía que “lo esencial es invisible a los ojos”. Quizás porque hay realidades que solo pueden captarse desde una mirada humilde y despojada de cualquier pretensión de posesión. Aún con todas las adversidades que surgen en el camino, aún con un horizonte sombrío, ¿podemos hacer del oficio de vivir una obra maestra? Etty Hillesum, judía holandesa, escribió en su diario, antes de ser deportada a Auschwitz: “La vida y la muerte, el sufrimiento y la alegría, las ampollas de los pies destrozados, el jazmín detrás de la casa, las persecuciones, las atrocidades sin cuento, todo, todo está en mí y forma un conjunto poderoso. Lo acepto como una totalidad indivisible y empiezo a comprender cada vez mejor… la lógica de esta totalidad. Quisiera vivir mucho tiempo, para estar un día en condiciones de explicarlo. Pero si no es posible, ya lo hará otro por mí. Otro proseguirá el hilo de mi vida allí donde haya quedado interrumpido. Y por esto debo vivir esta vida hasta mi último aliento con toda la conciencia y la convicción posibles, de suerte que mi sucesor no tenga que volver a empezar de cero y encuentre menos dificultades. ¿No es esto una manera de trabajar para la posteridad? (3 julio 1942)”
Volver a lo esencial es liberarnos de todo aquello que ha ido cubriendo, capa tras capa, esa actitud inicial de sorpresa y gratitud por el inmerecido regalo de la existencia. Es una tarea que no podemos postergar si deseamos que nuestra vida sea de primera mano.
Lourdes Flavià Forcada
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Gracias, Lourdes por estas palabras tan clarificadoras