“La vida espiritual encuentra en el desierto sus formas de expresión: vacío, caos, aflicción, acedia, pobreza, despojo, serenidad, frugalidad, silencio. Es terreno yermo, no experimentable, no transitable, no habitable. Lleva al mayor misterio de Dios que no se deja vincular a ningún ídolo. El desierto es paisaje de muerte, desertizado, carstificado, un paisaje en el que ya no crece nada, en el que nada puede echar raíces, pero es también lugar de libertad. Es salida (éxodo) de la manipulación y la heteronomía. Purifica, permite ver prejuicios, ideologías y obcecaciones. En el desierto se suceden consecutivamente consolación y desolación, paisajes malogrados y paisajes de ensueño. Ambas facetas se necesitan mutuamente para experimentar, para valorar. El paisaje refleja el alma débil, arrugada, desarraigada, apática pero también palpitante, atenta, llena de color, de ímpetu, de luz…
El desierto no responde a ninguna pregunta, exige la superación, la resistencia, la constancia y la permanencia. Plantea preguntas sobre las fuentes de la vida, sobre el sentido de la orientación, pero también sobre dependencias y viscosidades. Atrae a la soledad, a la intimidad de la relación, a la expuesta, a la desprotegida transparencia ante Dios.”
De Gisbert Greshake en Espiritualidad del Desierto.
1 comentario
Lindo comentario hacerca de la Espitualidad del Desierto.