Entra en tu cuarto. Cierra con la llave,
y pon el pasador y hasta un candado.
Así el mundo quedará muy bien cerrado
y tú serás tan libre como un ave.
Cual dentro de murallas él se sabe
y querrá protestarte muy airado.
¡No hagas caso, ni tengas más cuidado!
En tu libre albedrío él no cabe.
¡Oh, espacio de silencio y soledad!
No tiene límites, y sin fronteras
conecta con el cielo en derredor.
Ahí, el aire es pura caridad.
Las paredes se han hecho volanderas
y eres, solo, de Dios, llama de amor.
Alfredo Rubio de Castarlenas,
11 de agosto 1991