» Y cuando oréis no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará.» (Mt. 6, 5-6)
Cerrar la puerta no significa quedar encerrado en una habitación; más bien todo lo contrario… Es entrar en la libertad. Entro, cierro la puerta y estoy en la libertad del paraíso… Entro en Dios que es infinito, eterno. Además, el Reino de Dios ya está aquí; se encuentra en la soledad y el silencio.
Alfredo Rubio de Castarlenas