La contemplación comienza cuando aceptamos que no sabemos ver, que nuestra visión es parcial y pobre, que siempre vemos “confusamente, como por medio de un espejo” (1Cor 13,12).
La contemplación no es una sabiduría en la que nos instalamos, es más bien una forma de exposición desarmada de la mirada, una presentación sin reservas, un aprendizaje siempre por rehacer, un desposeimiento de los porqués ante los instantes. Simone Weil diría que solo contemplaremos una manzana cuando no tengamos intención de comerla. Ese es el armisticio capaz de desencadenar el asombro.
José Tolentino Mendonça en “La mística del instante”