Entra en tu cuarto. Cierra con la llave, y pon el pasador y hasta un candado. Así el mundo quedará muy bien cerrado y tú serás tan libre como un ave. Cual dentro de murallas él se sabe y querrá protestarte muy airado. ¡No hagas caso, ni tengas más cuidado! En tu libre albedrío él no cabe. ¡Oh, espacio de silencio y soledad! No tiene límites, y sin fronteras conecta con el cielo en derredor. Ahí, el aire es pura caridad. Las paredes se han hecho volanderas y eres, solo, de Dios, llama de amor. Alfredo Rubio de Castarlenas, 11…
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