Desde 1996, el último miércoles de abril de cada año, se celebra el Día Internacional de la Concienciación sobre el Ruido, para alertar y crear conciencia en la población sobre los riesgos que tiene el ruido para el trastorno auditivo y su impacto en la salud tanto física como mental. Este día pretende llamar la atención e incentivar a las instituciones públicas y privadas a informar a los ciudadanos de los peligros que genera la exposición al ruido a largo plazo. Este año será el 26 de abril y como actividad central se propone que ese día a las 12 horas en todas las ciudades se guarden 60 segundos de silencio en un lugar público significativo a fin de escuchar el ruido ambiental para tomar conciencia del mismo.
El ruido es un problema de salud pública que debe ser atendido por la sociedad en su conjunto. La contaminación acústica afecta a las personas mientras duermen o efectúan cualquier actividad. Se trata de una problemática de mucha complejidad sobre todo en las grandes ciudades, con grandes volúmenes de tráfico, industria o sector turístico y de ocio. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) la exposición a más de 70 decibelios durante un periodo de tiempo prolongado puede producir daños graves en el oído, con consecuencias irreversibles. Asimismo, la OMS marca niveles de ruido menores a 30 dBA en la noche, durante ocho horas para garantizar una buena calidad de sueño.
La contaminación acústica puede generar trastornos del sueño, enfermedades cardiovasculares como la cardiopatía isquémica y problemas cognitivos. Otros efectos causados por el ruido en el organismo: Socioacusia (déficit auditivo provocado por el ruido ambiental), cambios en la regulación del sistema nervioso central, cefalea, alteración del sueño, estrés, alteraciones momentáneas en la conducta (irritabilidad), fatiga, neurosis y depresión, falta de memoria, dificultades de aprendizaje, alteraciones del sistema inmunológico…
Más allá de las políticas públicas que cada país tenga para abordar este creciente fenómeno, es importante y necesario que a nivel personal podamos ir adquiriendo hábitos para reducir el ruido ambiental. Podemos pensar qué medidas adoptar para “silenciar” un poco más nuestra vida y la de nuestro entorno, empezando, por silenciar nuestros ruidos internos. Procurar tener cada día un tiempo personal de estar a solas y en silencio. Y desde ese silenciamiento de nuestro ser, procurar cambiar rutinas cotidianas que ayuden a crear entornos más silenciosos que, finalmente, posibilitarán una mayor calidad de vida y mejores relaciones interpersonales.