¡Qué hermosas son las nubes. Y las piedras!
Y ese cristal que corre por los ríos
y el raudo viento de invisibles bríos;
… las rosas junto a verticales yedras.
Más tú ¡hombre ancestral! que siempre medras
a través de la historia en sus bajíos
o frente a cumbres de altos desafíos
y ante ningún obstáculo te arredras.
Qué bellas ¡Dios! las obras de tus manos,
tanto el águila como los gusanos
o leones y tigres entre acacias.
Mas nada cual nosotros ¡Te alcanzamos!
gigantes nos hiciste. Y te damos
por el poder de a Ti pensarte, ¡gracias!
Alfredo Rubio de Castarlenas